No respetar esta máxima puede desencadenar una crisis institucional sin precedentes. El hundimiento de la consulta popular en el Senado y las posteriores reacciones de los representantes del gobierno, comenzando por el propio Presidente, nos debe llamar a la reflexión acerca del momento político que vive el país.
La polarización está en uno de sus puntos más peligrosos. El Presidente sabe que tiene una base popular que lo respalda y acude a ella para mostrar fortaleza en medio de la crisis. Los primeros trinos de Gustavo Petro tras conocerse la suerte del proyecto, así lo demuestran. Llamó a una huelga general y a salir a las calles. Claro que después matizó el mensaje exigiendo al Congreso que se repita la votación. Sinembargo, en un país donde los ánimos están caldeados, nadie puede garantizar que las protestas no se salgan de control, ni el propio Petro.
De hecho, con el fortalecimiento de los grupos armados, nada raro sería que éstos aprovechen para infiltrar las movilizaciones, como ha ocurrido en otras oportunidades.
Quienes consideran que el gobierno perdió con el hundimiento del proyecto están equivocados. Petro sabía que ganaba con cara y con sello. Con cara porque si era aprobado, podría echar mano de casi un billón de pesos para hacer campaña y pavimentar las elecciones de Congreso e incluso las presidenciales.
Ya ocurrió con la consulta anticorrupción liderada por Claudia López, que no logró los votos requeridos; el país se enfrascó en un gasto multimillonario que pudo evitarse vía Congreso y la única beneficiada fue precisamente López quien con el dinero del estado terminó ganando mayor reconocimiento y se hizo elegir como alcaldesa de Bogotá.
Es decir, la fórmula ya está escrita y probada. Gana con sello, porque -como ocurrió- al hundirse el proyecto, puede llamar a sus ‘ejércitos’ de bases populares a la lucha en las calles. Un escenario que le es conocido, propicio y en el que se siente como pez en el agua.
Ahora bien, el Senado decidió revivir la reforma laboral. Una jugada que puede minimizar todos los impactos anteriormente descritos, desbarata la estrategia del gobierno o por lo menos, lo obliga a rediseñarla. Pero esto ocurrirá sólo si el proyecto es discutido de manera seria y se logran sacar adelante las reformas requeridas para beneficio de los trabajadores.
Pero existen varios problemas. Hay poco tiempo, demasiados intereses de lado y lado (gobierno – oposición) y varios de los puntos propuestos por el ejecutivo dejan muchas dudas frente a los beneficios que realmente recibirían los trabajadores. Desde los gremios se han lanzado voces de alerta en este sentido, pero eso poco o nada importa a los sindicalistas y menos al grueso de la clase obrera.
Como sea, estamos ante un momento crucial de la historia colombiana que depende del manejo que las partes le den en las próximas semanas. Lo último que necesitamos es atizar el fuego. El llamado es a pensar con cabeza fría, dejando de un lado los intereses personales o de partido. Y ahí es donde la cosa se complica.